La obvia e inevitable lección argentina

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Cumpliéndose ya un mes de la oficialización de Mauricio Macri como presidente de la Argentina, en apenas cuatro semanas -que incluyeron las fiestas de fin de año- se refleja la obviedad de su agenda, que ni es suya ni tal vez agenda, pero no hay dudas de que algo viene adelantando, por el momento. Y dentro de lo evidente, toca repasar la anatomía de ese «por el momento».

Con los 29 decretos de necesidad y urgencia firmados en los primeros tres días de la llegada de la alianza electoral «Cambiemos» al poder ejecutivo, se activó un proceso político-económico que poco tiene que ver con gobernar, en sentido estricto, la nación suramericana.

El moldeado exprés que sufre el Estado argentino con estos decretos (bajo la premisa de ser más «eficiente») se aleja de cualquier idea de gobernanza mientras que el país lo acoplan a una «reapertura» a la línea dura de las corporaciones trasnacionales para que el poder nacional sea un mediador y no un protector de la sociedad a la que se debe.

«¿Qué urgencia más que la de Clarín hay en desarticular la ley de medios y los organismos creados por ella?», se pregunta el ex juez de la Corte Suprema, Raúl Zaffaroni.

La reacción en la calle ya se encontró, en menos de un mes, con la respuesta violenta del Estado en plena metamorfosis, la brutalidad y saña ejercida contra los trabajadores estatales de La Plata que protestaban por el despido masivo ofrece la justa medida.

Los días findeañeros se suponían propicios no sólo para la firma de los decretos, sino para acelerar su ejecución, aprovechando las vacaciones legislativas de una cámara en la que son minoría. De esa forma, se necesita que la nueva «administración» no tenga frenos legislativos, y, decretos mediante, pueda destituir la estructura (y la infraestructura) del Estado social kirchnerista para que los mercados se movilicen a igual velocidad, porque la principal urgencia es que el capital se reacomode.

La reversión ya se atestigua en materia agrícola, educacional, laboral y mediática. Pero también, en menos de un mes, la Adminsitración Macri revela su inteligencia deficitaria, su descomunal incompetencia, y su evidente papel circunstancial. Y esto último hay que subrayarlo.

Macri, ese presidente idiota hecho a imagen y semejanza del cómo se concibe a sí misma la teleclase media, la sociedad del «cambio», es tan fantasmagórico como los deseos empreñados que lo llevaron a la Casa Rosada.

Se pretende la creación de un Estado que se devore a sí mismo

El presidente que celebró su victoria bailando Enrique Iglesias para complacer a las aterrorizadas familias porteñas, se sabe y se supo, es un producto mercadotécnico tutelado por el ecuatoriano Jaime Durán Barba, el oscuro asesor que luego de fracasar en su país en varias oportunidades, acaba de alcanzar su «gloria» llevando al actual gobierno a ganar en los comicios presidenciales de finales del año pasado.

La demostrada incompetencia y la verdadera falta de profesionalidad en tan poco tiempo del gobierno del «cambio» argentino no puede ser gratuita. Detrás de esa «alianza» que lo llevó a ser el candidato único de la oposición se encuentran algunas de las claves, y otras, igual de evidentes, en la función geopolítica.

Alguna vez un filósofo comparó a Silvio Berlusconi con el protagonista de Kung Fu Panda. Se basaba en que a pesar de hacia afuera representar personajes torpes y limitados, pero simpaticones, ambos alcanzaban todos los objetivos que se les planteaban. Y algo parecido podría aseverarse de Macri y su combo, sólo que Berlusconi es un zorro político y Macri, una bujía.

Porque Macri es, en realidad, el representante de un gobierno que se anuncia completamente espurio. Macri es el parachoques necesario de quienes llevan el proceso de desmantelamiento de las conquistas argentinas. Hará la peor parte del trabajo, llevará los tablazos respectivos, su aprobación descenderá a niveles subterráneos, pero con toda seguridad y con el apoyo de los poderes que son, hará la tarea que se le encomienda, al extremo de la inmolación inconsciente.

En un proceso de esta naturaleza, con el que se quiere volcar traumáticamente las funciones del Estado al cánon neoliberal, ni la verdadera oligarquía ni La Embajada consentiría en sacrificar a uno de los suyos cuando un felón de la talla de Macri, a un pie de la cárcel, está a la orden para hacer el trabajo sucio sin darse cuenta.

Y aquí es donde comienzan las coincidencias esquemáticas de los nuevos procesos golpistas que se ejecutan en América Latina, una vez que los operadores alcanzan (guerra económica, legitimación electoral y desencanto mediante), una fracción del Estado instituido y desde ahí, acompañado de una rehabilitación de la mediocracia, emprender el ataque que lleve al colapso, la postración o la ingobernabilidad.

Se pretende la creación de un Estado que se devore a sí mismo, un Estado autofágico incapaz de custodiar su territorio, o más aún, exclusivamente abocado a gestionar la extracción, las rutas de salida de la materia prima y el ingreso de mercancías. Renta. Y sólo eso.

Los nuevos golpes pretenden darse a partir de fracturas dentro del marco de la «legalidad»

«Hemos visto una maniobra muy peligrosa: por un lado la multiplicación de decretos sin necesidad ni urgencia, o sea, de decretos-leyes al estilo de los regímenes ‘de facto’ y, por otro, la tentativa de introducir por vía de decreto a dos jueces en la Corte Suprema, con el obvio objetivo de que se los declaren constitucionales o, por lo menos, que demoren cualquier decisión que les haga perder vigencia. Creo que no les resultó del todo bien, pero la intención se mantiene», denunció el ex juez Zaffaroni en la ya citada entrevista que le realizara Martín Granovsky para Página12.

En contraste con el caso venezolano, Argentina tiene un Poder Ejecutivo que enfila baterías contra todo lo instituido por el kirchnerismo, teniendo en el Poder Legislativo su principal rival. En Venezuela, que el Poder Legislativo sea el encargado de ejecutar la misma tarea destituyente no separa los procesos actuales, sino que confirma la norma general.

En ambos casos se da la coincidencia de que, para poder continuar, es necesario conquistar definitivamente y por completo el Poder Judicial, para acentuar la metástasis política inducida. La batalla, desde el enfoque global, pareciera darse ahora entre quien definirá el papel que a partir de ahora tendrá que jugar el Estado nacional en el marco de violenta excepción generalizada en el globo.

Los nuevos golpes pretenden darse a partir de flexiones y/o fracturas dentro del marco de la «legalidad» vigente y desde la parcela de poder que se alcance. Son golpes estructurales e infraestructurales en tanto que van contra la razón de Estado vigente hasta el momento de su llegada al poder.

Los votos, la soberanía popular, no son más que un peldaño en el violento proceso de reinterpretación histórica, política y cultural. Esa es su única función para que los que lleguen al poder, legitimados, rediseñen la política de acuerdo al actual cánon occidental, en plena tentación totalitaria.

Queda demostrado.

 MISIÓN VERDAD

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